Por Qué nos Quedamos?
Durante
estos años se han multiplicado los análisis
y estudios sobre la crisis de las Iglesias
cristianas en la sociedad moderna. Esta
lectura es necesaria para conocer mejor
algunos datos, pero resulta insuficiente
para discernir cuál ha de ser nuestra
reacción. El episodio narrado por Juan nos
puede ayudar a interpretar y vivir la crisis
con hondura más evangélica.
Según
el evangelista, Jesús resume así la crisis
que se está creando en su grupo: «Las
palabras que os he dicho son espíritu y
vida. Y, con todo, algunos de vosotros no
creen». Es
cierto. Jesús introduce en quienes le siguen
un espíritu nuevo; sus palabras comunican
vida; el programa que propone puede generar
un movimiento capaz de orientar el mundo
hacia una vida más digna y plena.
Pero,
no por el hecho de estar en su grupo, está
garantizada la fe. Hay quienes se resisten a
aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en
el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no
es real. La verdadera crisis en el interior del
cristianismo siempre es ésta: ¿creemos o no
creemos en Jesús?
El
narrador dice que «muchos
se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En
la crisis se revela quiénes son los
verdaderos seguidores de Jesús. La opción
decisiva siempre es ésa: ¿quiénes se echan
atrás y quiénes permanecen con él,
identificados con su espíritu y su vida?
¿Quién está a favor y quién está en contra
de su proyecto?
El
grupo comienza a disminuir. Jesús no se
irrita, no pronuncia ningún juicio contra
nadie. Sólo hace una pregunta a los que se
han quedado junto a él: «¿También
vosotros queréis marcharos?».
Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes
seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos
nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es
para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y
viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en
su proyecto?
La
respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor,
¿a quién vamos a acudir. Tú tienes palabras
de vida eterna». Si
estamos abandonando, poco a poco a Jesús, ¿a
quién vamos a acudir?. ¿Quién va a poner en
nuestra vida un poco de esperanza y un poco
de luz?
Sin
duda, uno de los mayores servicios que
podemos realizar en la Iglesia actual es
poner la persona y el mensaje de Jesús al
alcance de los hombres y mujeres de nuestros
días. Ayudarles a abrirse camino hacia él.
Acercarles a su mensaje.
Por
muy dolorosa que nos parezca, la crisis
actual será positiva si los que nos quedamos
en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos
convirtiendo en discípulos de Jesús, es
decir, en hombres y mujeres que vivimos de
sus palabras de vida.
No
es bueno vivir en la ambigüedad. Es
necesario tomar una decisión fundamentada en
la propia experiencia. Muchos abandonan lo
religioso pues piensan que les irá mejor. Y
tú, ¿también quieres marcharte?"
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